Capítulo I. Proyecto de Dios.

Desde que nacemos hasta que morimos, Dios se encarga de invertir en nosotros, recursos materiales, humanos y espirituales porque somos un proyecto de Él para Él. Todos pueden hacer una evaluación de todo lo que Dios ha hecho por cada uno. En un joven de hoy, Dios está invirtiendo bendición tras bendición a manera de cuidados, capacidades, vida, oportunidades de estudios, etc. Parece cosa de risa lo que a continuación se expresa: ¿cuántas aves tuvieron que morir para que fuéramos sustentados?, ¿Cuántos litros de agua proveyó Dios para que viviéramos hasta hoy?, ¿Cuántos kilos de frutas y verduras se han producido para la alimentación únicamente de una persona? Dios ha invertido mucho alimento, aire, agua, salud, educación y tantas otras cosas más, para que llegáramos hasta donde hoy estamos.

Dios ha movido el esfuerzo de médicos, padres, amigos, profesores, pastores y miembros de la sociedad y nuestras congregaciones, para que gocemos de nuestra actual situación moral y espiritual. Sólo resta un par de preguntas… ¿estamos desquitando la inversión que Dios hizo en nosotros?, ¿El Señor ha invertido en vano para que estemos viviendo sobre esta tierra? Como proyecto de Dios, hemos recibido una fuerte inyección de recursos Divinos, para que actualmente demos un resultado mejor que el que posiblemente estamos dando hoy. Tal es el caso que encontramos en la siguiente historia.

Doña Hortensia fue una mujer que nació en cuna humilde, dentro de una comunidad marginada del centro de la República Mexicana. Era el año de 1930, las condiciones de este país para el éxito y prosperidad de una mujer eran tan escasas, como las posibilidades de una mujer que habita en el África. Su hogar de tipo tradicional, tenía al frente al clásico jefe de familia mexicana. Un hombre dominante, con ideas muy radicales, que pensaba que la mujer había nacido solamente para casarse, tener niños, atender al marido y a su casa. En tales condiciones, Hortensia sólo podía esperar eso, para codepender de su marido, como lo hacía su mamá, que en forma sumisa dependía de su padre. De tal forma que Hortensia sólo podía esperar en lo que la suerte le diera. Pero Dios tenía otros planes para ella.

Aprendió el español a pesar de que en su comunidad se hablaba el náhuatl, y como existían pocas posibilidades de progreso en su pueblo para una mujer, siendo aún adolescente, tuvo que empezar a trabajar y para ello tuvo que salir de su comunidad, librándose así de la recia disciplina que existía en su casa. Trabajo en la Ciudad de México al servicio de una casa. Fue durante ese tiempo que conoció a Javier con quien más adelante formaría una familia. Siendo casi una adolescente, se casó con quien compartiría con ella la misma suerte con Javier, militar que por su trabajo, tuvo la oportunidad de viajar por algunas regiones del país. ¿Qué futuro le esperaba?, el mismo que les espera a muchas mujeres mexicanas de su tiempo, llenarse de hijos, trabajar en casa, esperar a los nietos y morir en la vejez, sin más mérito que de haber vivido sobre la tierra, únicamente para servir a su marido y a sus hijos.

La oportunidad se presentó para Hortensia. Estaba a punto de sufrir un cambio en su vida, Dios la estaba llamando, para que como proyecto de vida exitosa, ella y su familia disfrutaran de la victoria que el Señor les tenía preparada. Al mundo no le interesaba el futuro de esta familia, a Dios sí, por ello envió gente a que les predicara el evangelio, con el cual, Dios haría maravillas en vida de Javier, Hortensia y su descendencia. ¿Lo entenderían ellos así? El problema es que muchas iglesias y líderes no predican acerca del verdadero sentido que tiene el llamado de Dios y tampoco ven la importancia que tiene esté para el alma del que se convierte al Señor.

Dios no llama por llamar, llama con un propósito específico, es hora de que lo comprendamos como pueblo de Él. Si el hombre sufre de problemas existenciales, del vacío agudo del alma, es porque no ha entendido lo ancho, largo y profundo del llamamiento Divino. Cuando este llamado es asimilado en su totalidad, por la experiencia de la redención humana, se desarrolla en el interior del creyente la capacidad de amar, dar y servir, por la infinita misericordia de Dios y con ella somos enviados a poner en práctica el estilo de vida que hubo en Cristo Jesús, quien le da sentido a la existencia y al paso por esta tierra. Hortensia y Javier quedaron al margen de esta verdad, porque no se les explicó esto.


Proyecto de Dios.

Pero Dios tiene sus propios planes para bendecir a toda la gente y son mejores que los que tiene el hombre para sí mismo, así es que un día se presentó la oportunidad para que Hortensia y Javier disfrutaran de las bendiciones que El Señor les tenía preparadas como maravilloso proyecto de Él. Cuando sus hijos eran aún pequeños, comenzaron a escuchar el evangelio. A los 30 años de edad, Hortensia aceptó la fe cristiana. Ahora el panorama de vida que tenían al frente era excelente… pero, ¿sabrían reconocerlo? ¿O dejarían pasar la oportunidad de sus vidas? El llamamiento de Dios se manifiesta a los hombres a través del evangelio que llega un día, con el propósito de traer la oportunidad de recibir bendición en todo lo que se emprenda, dándole sentido a la existencia y redireccionando el camino de muerte a vida.

Con el paso del tiempo, Hortensia se volvió una mujer apegada a la tradición religiosa, su marido le apoyo, sus hijos comenzaron a vivir bajo este concepto. Sin embargo, la rigidez de su padre y ahora la de su marido que era militar, comenzó a influir en el ánimo y educación de sus hijos. Ellos se criaron con un carácter agrio y una actitud cortante, como la de su padre. De esta manera toda la familia fue asimilando la creencia evangélica, con una vida espiritual agridulce, como si hubieran sido bautizados con limón y no con agua.

Fueron fieles diezmeros, lo cual dio por fruto de su fidelidad, que pudieran adquirir una pequeña propiedad y la oportunidad de darles a sus hijos una mejor educación, por encima de la que ellos tenían. Cómo lamentará el hombre su falta de disposición para obedecer completamente al llamado de Dios, porque nunca podrá disfrutar las bendiciones recibidas, perdiendo así su única oportunidad de éxito. Bendición que Hortensia y Javier tuvieron en sus manos y el día que se dieron cuenta de ello, era ya demasiado tarde para recuperarlo, porque murieron sin ser totalmente felices, ya que la amargura del corazón no se los permitió.
El día menos esperado, se presento para Hortensia la oportunidad de trabajar en una dependencia de gobierno, esto le permitió a sus hijos la oportunidad de trabajar como empleados públicos, asegurándose de este modo un sustento favorable para la prosperidad económica de todas las familias que dependerían de ellos. El panorama de vida se amplió para toda la familia, ¿pero tendrían la visión en cuanto al propósito de Dios para sus vidas? A pesar de los años que tenían en el evangelio, jamás entendieron que Dios los había llamado a ser felices y triunfadores, ellos solo se concretaron a disfrutar de los beneficios que ahora tenían.

La capacidad de amar, dar y servir, no iba de la mano con las expectativas que como cristianos tenían Hortensia, Javier y la familia. Ellos solo se conformaban con ser miembros de la Iglesia y cumplir litúrgicamente con ello. Dios les había dado la prosperidad para que mejoraran económicamente y se convirtieran en un proyecto de bendición para quienes les rodearon en la Iglesia, algo que ellos jamás tomaron en serio. El espacio social y espiritual que ellos se crearon fue muy reducido, solamente consistía en la familia, el trabajo y la actividad litúrgica. Es una lástima que muchos proyectos de Dios terminen reducidos a una vida de mediocridad egoísta, que sólo se conforma con la búsqueda del bien personal, algo a lo que Dios no nos llamó.

Cuando Dios le permite a un cristiano prosperar vertiginosamente, es porque espera que él, se encumbre como creyente, estudiante, trabajador o ciudadano, en los planos espirituales, sociales, económicos y científicos, no para que viva solamente en su propio beneficio y el de unos cuantos. El creyente es llamado a una encomienda universal y no parcial. Si se tiene a un Dios infinito, no se le puede encajonar en un templecito, porque se tiene una comisión y fe universal, que no se debe reducir a una vivencia parcial. Hortensia y su familia no entendieron esto y sólo se dedicaron a vivir para sí mismos. Mientras en el mundo vemos cómo se incrementa el desempleo, en la Iglesia de Jesucristo vemos que sucede todo lo contrario, ya que se incrementa el trabajo y las vacantes de mano de obra.

Llegó el momento de la separación, la muerte tocó a las puertas de este hogar, entrando al seno familiar, con el fallecimiento del jefe de casa. Con ello, la vida de Hortensia entró en crisis, porque nunca superó su codependencia. Nunca la pudo romper. El resultado de su duelo fue que se enfermó, y con ello vino un segundo golpe; la jubilaron.

Todos sus hijos ya estaban casados, así que se quedó sola en casa, acompañada por una hermana soltera, menor que ella. Por siete años desde el amanecer hasta el anochecer, vivó sentada en una silla, pensando en el marido que se fue, añorando el pasado y con una sola visión; morir. “No son muertos los que yacen bajo la losa de una tumba fría, muertos son los que tienen muerta el alma y viven aun todavía”. (1). Hortensia murió con su marido, en el año de 1987 y ella fue sepultada en el año 1997.

Cuando la gente nace es un proyecto de Dios. Por ello Él los llama, para que descubran las bendiciones que les tiene preparadas, pero es importante ser sensibles a su voz y a su evangelio, si el hombre se resiste, tendrá una vida a medias. Para descubrir el rumbo que lleva una persona, bueno es que se aplique cuando menos dos preguntas. ¿De qué tamaño es el mundo que tengo o que me he creado? y ¿De qué depende mi felicidad?

El hombre es un proyecto de Dios para que abunde en él, la felicidad, el éxito y la calidad de vida, pero eso será posible en la medida que la persona llamada, logre ampliar su panorama y visión del mundo, lo cual sólo puede lograr de manera positiva, cuando atiende al llamado de Dios. Hortensia y su familia tenían todo para vivir una vida victoriosa, hoy solamente se conforman con ser exitosos en la medida de los valores humanos. El adversario les ganó la batalla. Los hijos y nietos de Hortensia y Javier, actualmente están fuera de la congregación y el movimiento evangélico que Dios utilizó para llamarles. Nunca aprendieron a tener una convicción seria, sólo asimilaron un evangelio superficial, con el cual ahora están comprometidos en la congregación a la que asisten. Varios de los nietos de este matrimonio, no asisten a una congregación. Y los que lo hacen, no reciben una exhortación, para obedecer al llamamiento de Dios.


Proyecto de Dios.

Existe una vieja anécdota que nos cuenta la vida de un medico, que en una ocasión recibió un regalo de un paciente, quien de manera informal se dedicaba a la cacería. Se dice que este aficionado salió un día a cazar y encontró en el sector por donde andaba una piedra curiosa que recogió, para luego obsequiársela a su médico de cabecera, para que éste la usara de pisa papel, en el escritorio que tenía en su consultorio. Por años, este fue el uso que la dichosa piedra tuvo, hasta que un buen día el médico recibió la visita de un paciente muy especial, era cortador de diamantes y experto en piedras preciosas.

El hombre entro en el consultorio, y al ver la famosa piedra que el médico tenía con tanto orgullo, interrogó al facultativo por la ligereza con que tenía aquella piedra a la vista de todo el público, y le preguntó: ¿No tiene miedo de que alguien entre y lo mate para robarle esta piedra?, el médico sorprendido por la manera en que su paciente lo abordaba, pregunta la razón de tal preocupación y recibió por respuesta, “es que esta piedra es un diamante muy valioso, que aproximadamente tiene un valor de más de tres millones de dólares”. El médico no sabía de la fortuna que tenía en sus manos. Eso somos para Dios, el problema es que no hemos entendido el propósito que tiene para nuestras vidas y nos perdemos en nuestros propios proyectos, olvidándonos de lo que somos en realidad, ignorando el llamado de Dios.

Los nietos de Hortensia, actualmente siguen viviendo de la misma manera, no han entendido aún lo que Dios espera de ellos, creen solamente que asistir a la congregación es lo único que deben de hacer. Los planes que ellos tienen son el ser buenos ciudadanos, tener bendiciones, casarse, tener hijos, una profesión y esperar la venida del Señor. Es una lástima que los cristianos tengan mundos tan pequeños, en donde no entren más elementos, que los que ya fueron mencionados.

Muy buenos proyectos que Dios ha formado, están estancados, no salen de lo mismo. Los retos y propósitos que ellos tienen no son distintos a los que tiene la gente que vive sin Dios. No producen más que lo que produce un inconverso o hereje, no creen que Dios tenga para ellos un ministerio específico, en el cual tienen que involucrarse para salvar al mundo. No están conscientes que ellos y sus hijos son los únicos que han de ser llamados para ser evangelistas, maestros y pastores. No están conscientes de que la gente extraña al pueblo de Dios, nunca recibirá este llamado. Para ellos la vida casi tiene el mismo sentido y significado que tiene para los impíos, a diferencia de que unos esperan la venida del Señor y los otros no.

Gracias a ese modelo de vida, los cristianos no han tomado en serio el llamado de lo alto. Tampoco tiene importancia el propósito que Dios tiene para sus vidas y la vocación con que ejercerán una profesión o ministerio. Así podemos ver como se pierden muchos excelentes proyectos que Dios había preparado para la ganancia de almas y el servicio a la sociedad. Ante los ojos del mundo se escapan valiosísimas oportunidades de victoria. Cada joven cristiano que no reconoce el llamado de Dios, que no se ve como un proyecto del cielo y no cumple su profesión y ministerio con vocación, se convierte en una pérdida irreparable e irrepetible.

El aborto no debe de ser aceptado por el pueblo cristiano, porque se encuentra en esta misma posición, la de ser una pérdida irreparable e irrepetible de recurso humano que Dios había destinado para la bendición del mundo. En muchos de los casos, el adversario no necesita hacer caer en pecado al creyente, sólo le basta con neutralizarlo, para robarle el gozo, poder y victoria que Dios tenía preparado para él.

Cuando una persona nace, es un proyecto y promesa de Dios, pero el adversario se encarga de neutralizarlo, convirtiéndolo en una promesa secular, en un mundo materialista y pasivo. El llamamiento de Dios es universal, para salvación, santificación, proclamación, felicidad, victoria y ministerio, con el cual se ha de servir en esta vida, con consecuencias en la eternidad. La obra del creyente trasciende de esta vida a la eternidad, el espacio de un creyente es muy superior y extenso en comparación al del incrédulo. Hortensia y su familia no lo entendieron, ¿Lo podrá entender usted querido lector?


El llamamiento de Natanael.

Un día que el Señor Jesús andaba por Galilea, llamó a Felipe y le dijo: “sígueme”, indudablemente, Felipe ni siquiera tenía la más mínima idea de lo que eso significaría para su vida. Pero ni tardo ni perezoso, movido por la emoción que ese llamamiento le había provocado, fue e invitó a Natanael. Éste, después de escucharle, tuvo a bien reflexionar sobre dicho llamado. Creía firmemente que de Nazaret no podía salir nada bueno. Opinión muy respetable, pero definitivamente equivocada. Cuando llegó ante el Señor fue recibido por el Maestro, con palabras de bendición algo que provocó el asombro de Natanael.

El Señor le conocía y sabía de su entrar y su salir. Sin saberlo Natanael, Dios lo tenía contemplado como un proyecto de bendición y ministerio. Natanael solo miraba como posibilidad de vida lo que tenía ante sus ojos, Dios estaba viendo en él, las grandes cosas que podía hacer a través de su experiencia, capacidad, ministerio y vocación. El Señor le dijo: “Cosas mayores que estas, verás”. A partir de entonces, Natanael vio con sus ojos las maravillas y la obra gloriosa de Dios. El vio la sanidad del paralítico; ante su presencia los ojos del ciego fueron abiertos; pudo contemplar cómo el leproso fue limpiado; vio la grandeza del Amor Divino y luego participó de ello. Así también le sucede al joven que hoy escucha el llamado de Dios.

Dios está llamando a los creyentes con esta misma promesa. “Cosas mayores que éstas, verás”. Pero no sólo es necesario creer en Él, hay que creerle a Él. Dios no espera tenernos como seguidores, para tener cultitos, en unos templecitos, donde cantemos cantitos y hacemos oracioncitas encerraditos en cuatro paredes pequeñas. Dios nos ha llamado a ver grandes cosas, porque somos para Él un proyecto de amor, poder y victoria, no de creyentitos en cultitos sin más mérito que calentar la banquita, en que acostumbramos a sentarnos. Dios hizo en usted una gran inversión querido lector, para que se derramen grandes bendiciones a través de su vida, para beneficio de su familia, su congregación y su sociedad. Atrévase a poner esto en práctica, ese es el reto de su vida hoy, Dios nos está llamando y tenemos que oírle.


(1) Posiblemente poema de autor peruano.

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