Capitulo VII. Conclusiones.

“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hechos 4:14-16).

El ejemplo perfecto de obediencia al llamamiento con vocación y liderazgo lo encontramos únicamente en la persona del Señor Jesucristo. Fue él quien tuvo “la capacidad y disposición moral y espiritual para amar, dar y servir”, (este es el concepto de vocación propuesto por trilogía de la formación profesional), demostrándolo con ejemplos tremendamente indiscutibles: haber lavado los pies de sus discípulos (1), la ternura con la que trató a los niños (2), y más.

Cuando las presiones de su liderazgo aumentaban la carga humana que tenía que llevar, Él mantenía la ecuanimidad con momentos que dedicaba a la oración (3), y cuando tenía que tomar decisiones trascendentales o decisiones sencillas, siempre consultaba al Padre (4). Si todos los líderes hicieran esto, muchos dolores de cabeza y muchos fracasos se evitarían en elseno de la Iglesia, y sin lugar a dudas los liderazgos serían más brillantes.

Las acciones humanas dependen mucho del concepto que se tiene de las cosas. El llamamiento y ministerio son lugares de privilegio, porque permiten la realización y desarrollo del ser humano a través del amar, dar y servir, lo que da el verdadero sentido a la vida. El ministerio y liderazgo son además lugares inmerecidos, porque a ellos se llega por la gracia y dirección divina; no por voluntad y merecimiento humano.

El llamamiento y ministerio de un creyente ha de ser canalizado y recibido a la luz de su obediencia a Dios, porque en ello se encuentra la victoria, lo demás sólo es añadidura. El deseo de ser aceptado y alcanzar fama entre el pueblo cristiano, provoca que muchos líderes pequen al falsear las características de su ministerio, inflando estadísticas de membresías, inventando manifestaciones espirituales y por el lado de los laicos, enmascarando testimonios con el propósito de aparecer ante los ojos de los demás como un buen líder.

La búsqueda del bien propio y el reconocimiento social, ha propiciado que las personas se involucren afanosamente en las tareas laborales y eclesiásticas, que considerarán como el mérito para subir de escala. Quienes no logran esto, abren una puerta en su corazón para que entre la amargura y el pesimismo, de esta manera terminaran acusando al mundo de su pobreza y fracaso, por no haberlos comprendido y apoyado. El problema es de todos, porque en Jeremías, capítulo 5, al final encontramos que el pueblo lo consintió. El llamamiento, la vocación y la elección de un ministerio, forman el proceso de la formación ministerial de un creyente. Como proceso es consecutivo y en su debido orden, primero es el llamamiento, luego se forja la vocación y por último se toma la decisión de tomar el ministerio al que se es llamado.


Gráfica 4

Trilogía de la formación profesional, como una de las cinco teorías que existen en el área de la orientación vocacional, propone la tesis de que, así como una persona debe de elegir una carrera profesional, como creyente también se debe elegir un ministerio cristiano. Esto parece ser corroborado por uno de los teóricos de este ramo, el norteamericano Jhon Holland y los investigadores Ginzberg, Ginsbuurg, Axelrad y Herma, documentado por Samuel Osipov, en su libro “Teorías sobre la elección de carrera”.

Los ministerios reconocidos por las Sagradas Escrituras, expuestos en el libro de Filipenses, capítulo 4, versículo 12, son: Apóstoles, evangelistas, profetas, pastores y maestros. En 1ª de Timoteo capítulo 3, aparecen el de Obispo, diácono y diaconisa. En 1ª de Pedro 5 se define el ministerio del anciano, el cual es confirmado por Tito capítulo 2 y Santiago capítulo 5:14. En total, podemos considerar a ocho principales ministerios. Estos deben ministrar a la Iglesia con diferentes funciones, en base a los dones impartidos por el Espíritu Santo, de acuerdo a lo que sea necesario para las congregaciones en particular, dando el Espíritu a cada uno según su voluntad (1ª Corintios 12:11), pues Dios conoce y escudriña los corazones (1ª Corintios 2:10, Apocalipsis 2:23).

Los ministerios no deben ser confundidos, La Biblia nos nuestra con claridad los dones y características que debe de tener cada ministerio. Muchos podrán tratar de inventar sus propios ministerios, pero estos al no proceder del Señor, pueden proceder entonces de un humanismo doctrinal, quizás no mal intencionado, pero no por ello deja de estar equivocado, en relación al contexto bíblico y evangélico.

Ejemplos de ministerio pastoral, los encontramos en Tito y Timoteo, quienes estuvieron en coordinación con el apostolado de Pablo. El pastorado de Timoteo era apacentar la grey, predicar la sana palabra y cuidar la sana doctrina (1ª de Timoteo 4:1-16). El trabajo pastoral se delinea en el cuidado de una congregación, la predicación de la palabra que alimente la vida espiritual de los creyentes, animándolos y fortaleciéndoles en la fe, para que exista un correcto crecimiento espiritual y numérico. El pastor debe motivar a la grey en la toma de decisiones, exhortándoles a permanecer en el redil, para que logren la victoria sobre el mal. Si un miembro se aparta, el pastor se encarga de ir por él. Un pastor enseña como parte de su servicio pastoral, pero no como ministerio.

Tabla de Ministerios

Gráfico 5

El ministerio de un maestro, es el de dar el conocimiento a los creyentes para que tengan un cambio de actitud, atendiendo a las necesidades doctrinales de la congregación. Mientras la predicación pastoral arenga a los creyentes para la toma de una decisión, la enseñanza del maestro propicia un conocimiento nuevo, para que el creyente cambie una actitud.

El ministerio del evangelismo, puede ser entendido a la luz de Felipe y Esteban. Ambos hacen milagros y diversos prodigios, son poderosos en la palabra (Hechos 6:10 y 8:10). Cuando Felipe ministraba en Samaria, tuvo como acompañante a un tal Simón El Mago, que tenía fascinada a la gente de dicho lugar con sus artimañas. Cuando llegó Felipe a Samaria, este hombre se le unió; Felipe no detectó sus intenciones, mientras que los apóstoles que llegaron a orar por la grey sí; por lo que encontramos una diferencia de dones, entre ambos ministerios, el evangelista y el apóstol.

El ministerio de ser apóstol, es dirigir el avance misionero y evangelismo de la Iglesia. Parece implicar también la imposición de manos a los nuevos creyentes para que el Espíritu descienda sobre ellos y reciban el bautismo pentecostal, así como el de ordenar a las nuevas congregaciones y ministros de las diversas comunidades en donde se inició una Iglesia; mientras que el evangelista sólo proclama el mensaje de salvación para arrepentimiento, su trabajo es itinerante; se sujeta al apóstol y le deja el lugar para que organice a la iglesia, nombrando todos los ministerios necesarios.

Las características de un profeta son: denunciar el pecado oculto y específico de una persona o del pueblo en general, invitar o exhortar para que procedan al arrepentimiento todos los involucrados y emitir juicio divino, que a una fecha determinada se cumplirá, en caso de no haber arrepentimiento. Ejemplo de esto, lo tenemos en el profeta Natán, Amos, Jeremías, etc. El profeta habla en nombre de Dios y su mensaje procede de Él. Si la profecía se cumplió, el profeta es verdadero, realmente habló en nombre de Dios; de lo contrario, es un profeta falso y no de Dios (Deuteronomio 18:22). Un profeta no es un adivino, quien adivina no es profeta de Dios, ni el mensaje que emitió, procede de Él.

Otros ministerios más de acuerdo a Romanos capítulo 12, son el servicio (diakonia en griego); el diácono preside, sirve, administra los bienes de la Iglesia (Tito 1:7-9), mientras que el anciano ministra aconsejando, orando por los enfermos (Santiago capítulo 5) y exhortando (Tito 2:1-5). El que reparte esto, es el que ejerce el ministerio de compasión, hace misericordia, visita a los presos, enfermos y gente desamparada.

Lo que la Iglesia no debe pasar por alto y olvidar, es que todos sus integrantes han sido llamados a ejercer uno de estos ministerios, dentro de la comisión dada por Dios. La Iglesia tampoco debe olvidar que el crecimiento numérico y espiritual que se experimente, es una prueba de que sus miembros están ejerciendo su ministerio.

La prueba más clara de que una iglesia tiene problemas de atención al llamado del Señor, es cuando empiezan las murmuraciones y los problemas (Hechos 6:1-2). En la Iglesia de Jerusalén se descuidó a unas viudas y solamente a pocas se les prestaba atención, ¿por qué? Porque algunos creyentes no estaban conscientes de su llamamiento y ministerio y fue necesario poner en actividad a quienes habían sido llamados y no estaban comprometidos.

Otra enseñanza nos deja el pasaje del capitulo 6 de Hechos, es que si un creyente se compromete con el servicio cristiano (Felipe y Esteban), es más fácil que ahí escuche el llamado de Dios a su ministerio correspondiente, que sentado en una banca, esperando un día escuchar la voz de Dios. Amós fue tomado de entre el ganado; los discípulos de entre las redes de pescar; Felipe y Esteban fueron llamados al ministerio evangelístico de entre las mesas, mientras ellos estaban ocupados en servir en la Iglesia, vino el llamado no antes.

Dios llama a la gente que está ocupada, no se ha visto que llame a los desocupados. El Reino de los Cielos, no es la bolsa de trabajo para la gente desempleada. Actualmente hay muchos profesionistas desempleados que se convierten en pastores de congregaciones libres o neotestamentarias. Entre más comprometida esté una persona en el servicio de la Iglesia, es más fácil que escuche el llamado del Señor.

Si una persona sólo siente simpatía y por disciplina asiste a la Iglesia, pero no se compromete en el servicio de ella, no es fácil que dicho creyente escuche que Dios le esta llamando a un ministerio. El Señor no se vale de la gente inconstante; pero presta atención a quienes con su trabajo e interés en la Iglesia, se dedican a servir, a éstos llama al ministerio.

El hombre es un constructor por excelencia, este es uno de sus grandes atributos que le hacen semejante a su Creador. Su inquietud por construir ha estado presenta a todo lo largo y ancho de su historia, aún en este momento está inquieto por realizar una construcción más. Construye puentes, edificios, caminos, teorías, modelos de vida, medios de transporte, comunicación etc.

Sus ojos no se cansan de ver y su mente no se cansa de idear. Siente que el valor de su existencia, está relacionado con aquello que construye. Primero, para ser aceptado por los demás. Segundo, porque necesita en su ego, ser reconocido y loado por todos y en tercer lugar porque desea preservar su paso por la vida, así que construir es de vital importancia para él.

Pero el tamaño de las cosas que construye es importante para lograr sus fines, a veces o se da cuenta de ello y sólo se dedica a construir. De esta forma construye su propio mundo. Su entusiasmo por construir es el móvil de su arte, en conjunto con sus habilidades y potencialidades. Hay quienes construyen un mundo, otros un mundito y a veces alguien logra construir en su vida un mundo grande. ¿Pero qué es lo que le da la dimensión, tamaño y forma?

Lo que marca la dimensión tamaño y forma de un mundo, es la vocación. Esa habilidad, disposición, potencialidad, para amar, dar y servir. Según sea el número de personas hacia quien se canalice ese potencial y capacidad, será el tamaño del mundo que una persona logre construirse.

Algunas personas construyen su mundo, en donde sólo caben sus padres, cónyuge, hijos y uno que otro amigo. Otros construyen un mundo un poco más grande, en donde entra también la gente de su religión. Hay otros que además de ello agregan a quienes han de servir, con el ejercicio de su ministerio cristiano y de su profesión.

Al término de la vida, esto determinará la satisfacción que se sienta por aquello que se haya construido, pues marcará el número de gente que rodea a una persona, en los momentos más difíciles de su retiro o en los momentos difíciles, comunes Quien se queda casi solo en los últimos días de su existencia, descubre con amargura el tamaño de mundo que logró construirse.

Se dice por ahí, que la riqueza de una persona se mide, no por los bienes y dinero con que cuenta, sino por la cantidad de seres queridos que le rodean a lo largo y ancho de su vida, llegando con ellos hasta el último momento de su existencia. La vocación es el elemento que marca los linderos del mundo que se está construyendo. Entre más se ame, se dé y se sirve, mayor será el mundo que se está creando una persona. A ello nos está llamando Dios.

(1). Juan 13:12-15.
(2). Lucas 18:15-17.
(3). Lucas 5:15,16.
(4). Mateo 26:38-42.

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