Capitulo V. La hora Final

Capitulo V. La hora Final.

Llego el viernes, los hombres salieron temprano, para trabajar en las labores, mientras que los niños quedaban en casa, preparando sus útiles y dirigirse a la escuela. La tía Cande los iba a acompañar ese día, hasta la puerta de la escuela. Todos salieron en tropel, ocho chamacos que comenzaron a bajar la cuesta polvorienta, para luego doblar a la derecha e internarse sobre el pasadizo que bordeaba el río Atoyac, con rumbo a la entrada del mercado, en que debían cruzar, para llegar a la escuela. Caminaron varios cientos de metros, encontraron un par de salidas al pueblo, las cuales estaban antes de llegar a la altura del mercadito.

Los chiquillos caminaban en fila india. De tiempo en tiempo se agachaban para tocar las tranquilas aguas del río, ya que en esa parte se ensanchaba, permitiendo un estancamiento y anchura del río. Armando lo miraba, como si fuera parte de una laguna, a veces le parecía estar mirando la laguna de Casas Grandes Chih. Iban todos muy alegres, cuando uno de los niños dijo: “Hay viene un toro”. Uno de los arrieros corto camino con su vaca y eran quien venia de frente a ellos. Una de las niñas, al ver al vacuno, se trepo como pudo al paredón y comenzó a llorar. Los niños muy serios se encontraron de frente con aquel animal y su arriero.

La tía Cande les dijo: “No se asusten, es solo una vaca”. “Si”, dijo uno de sus sobrinos, “pero tiene cuernos”. La niña toda asustada, vio pasar a la vaca frente a ella, luego que paso, descendió para continuar con la caminata, mientras todos los niños le hacían burla. Los niños llegaron a la saliente que conectaba al río con el mercado. Todos subieron corriendo con rumbo a la escuela. La tía Cande, condujo a todos los chamacos, hasta la entrada de la escuela y luego regreso por la misma calle, para internarse en el mercado. De inmediato se acerco a los puestos de vendimias. Pregunto por cuerdas o sogas resistentes. Le mostraron varios tipos de ellas. Cande las examino, quería que fueran suaves, pero resistentes.

Los comerciantes que la conocían, le preguntaron para que las necesitaba y ella con una sonrisa en los labios, les dijo: “Las necesito para domar aun macho, muy macho, que ya le llego la hora de no seguir reparando”. Los amigos sonrieron, sin imaginar lo que aquella mujer estaba planeando. Unos minutos después, encontraba lo que buscaba, pagando el precio lo puso en su redecilla y siguió con sus compras. Luego regreso presurosa a su casa, para esconder los productos adquiridos, preparando el escenario, en donde le daría al marido, la lección de su vida. Luego se dirigió a la cocina, para preparar los alimentos de ese día.

Por la tarde llegaron los niños que regresaban de la escuela, como aquello de las dos de la tarde. Cande los atendió, les dio de comer y les dijo lo que tenían que hacer, antes de que llegara el jefe de casa. Como a las seis de la tarde, llegaron los hombres que venían de las labores. La tía Cande recibió a su marido con frijolitos recién cocidos, aguacate, arroz, un pequeño guiso, acompañado por tortillas calientitas, hechas a mano y cocidas en el comal de barro, que estaba sobre un rustico templete de ladrillos que la hacia de estufa.

El hombre se sentó a la mesa, rodeado de los seis hijos, todos dispuestos a devorar los frijoles negros y de bola, las gordas de maíz, el picante y el arroz blanco, que combinaba con lo servido en la mesa. El jarro de café negro y los panes chantes, no podían faltar. Armando llego justo en el momento en que esto se servia a la mesa. La tía Cande lo invito a participar de aquel festín. El recién llegado se sentó al lado de sus ruidosos primos y comenzó la charla, sobre los juegos que en unos minutos realizarían en el patio, con sus otros primos que ya les estaban silbando, para que se les unieran.

Los chiquillos terminaron sus alimentos y salieron corriendo al patio, seguidos por Armando. El tío se quedo sentado y en silencio, porque aun no se contentaba la tía Cande, por la últimos golpes que el le propinara. Minutos después, el tío Julián se retiro a darse un baño para luego tirarse en la hamaca, en donde escuchaba, primero su radio novela “Kaliman”, el hombre increíble y después “Rayo de Plata”, radionovelas famosas en ese tiempo. Por ultimo el tío se dedicaba a escuchar música de la Sonora Santanera y de Javier Solís. Su mente se llenaba de nostalgia, como recordando su niñez y adolescencia.

Casi eran las diez de la noche, cuando los niños aparecieron en la cocina, sudados pero sonrientes. La hora de dormir, se estaba llegando y tenían que asearse para ello. Los niños se formaron de uno en uno. Todos terminaron de bañarse, en menos de una hora y luego se retiraron a descansar. Minutos después, la tía Cande estaba sola en la parte del jacal, que la hacia de cocina, meditando en lo que pensaba hacer. La duda le asalto, repentinamente y comenzó a sentir que le faltaban fuerzas, para realizar la empresa que se había echado a cuestas. No sabía si su plan resultaría. En algunos momentos sentía que vacilaba, pero en otros se animaba. Era lógico, lo que ella iba a realizar, nunca lo había hecho una mujer de su clase social y de su región.

Termino con sus quehaceres y se dirigió a descansar. Se paro frente a su marido, alumbrada por el quique que arrojaba una tenue luz. Lo miro y se pregunto: ¿Por qué tenemos que vivir peleando, si cuando nos casamos, lo hicimos por amor? Repentinamente el marido se volteo, para quedar frente a ella y dijo: “Apaga esa luz y acuéstate ya y déjame dormir en paz”. La aspereza estaba en sus labios, aun cuando estaba medio dormido. Cande obedeció al instante y apago la luz y se acomodo al lado de su marido, espalda con espalda y se quedo dormida, estaba muy cansada. Los quehaceres del hogar y el maltrato de su marido la estaban matando lentamente.

Por la mañana del sábado, todos desayunaron tarde, los hombre habían salido temprano con rumbo a las milpas, porque a medio día, terminaban sus labores. Así lo hicieron, Armando los acompañaba aquel día. Armando era el encargado de ensillar los burros ese día. Minutos antes de que los hombres comenzaran a recoger las herramientas, Armando se dirigió a realizar su ultima tarea. Los dos animalitos estaban atados juntos, en un mismo poste.

Armando llego y comenzó a ensillar al primer semoviente, que era una burrita muy mañosa. Le puso los costales y luego la montura y cuando iba a apretar el cincho, la burrita se sacudió los costales y estos cayeron al suelo. El chamaco volvió a repetir aquella misma acción y la burrita respondió igual. Lo mismo sucedió por tercera vez y entonces Armando tomo un azote y le propino dos golpes a la burrita. El burro, que estaba al lado, le propino al chamaco, un patadon que cuando este reacciono, fue porque ya estaba en el suelo, boca arriba y contemplando el cielo. Sin aire y sin lesiones considerables, Armando se puso de pie y ensillo los dos burritos, que ahora se portaron dócilmente.
Los mayores llegaron al lugar, para montar las bestias y salir de la labor, con rumbo al pueblo. Los chamacos conducirían a los animales, hasta la casa, mientras los adultos se quedarían en el pueblo para embriagarse. Así lo hicieron y los chamacos llegaron a casa, como a eso de las tres y media de la tarde, con la carga de leña. Daniel, Armando y Samuel, con los otros primos, llegaron descargando lo enviado por los hombres. Las mujeres preguntaron a sus hijos, por los maridos. Los niños les informaron que se habían quedado en el pueblo.

Los hombres entraron a la cantina, los amigotes les recibieron, con bromas y euforia. Todos se conocían y se encontraban por las mañanas, en el camino a la milpa. Ahí se embriagaban, hasta eso de las siete de la tarde, en que casi todos regresaban a casa, con algo de dinero, ya que el resto se lo gastaban en bebida. El tío Julián, no era la excepción de la regla, así que como todos los de su clase social, cumplió con su vicio y el de sus amigos. Julián y sus hermanos, salieron de la cantina, para tomar la calle Juan Álvarez, la cual los conduciría a las casas de ellos. Subieron por la cuesta, entre bravatas y canciones, que venían entonando. El primer tío se separo de ellos, para entrar a su jacal, mientras que Julián y su otro hermano, hacían lo mismo, en sus jacales.
Como a las siete y media, el tío Julián entro borracho a casa, tratando de armar el escándalo de siempre. La tía Cande ya estaba preparada. El jacal tenía dos puertas, una hacia el patio trasero y la otra hacia el frente de la calle y mientras Julián entraba por enfrente, Cande despachaba a sus hijos, por la puerta trasera, para que se refugiaran en las casas de sus concuñas. Luego se regreso, para hacerle frente a su borracho marido, que comenzó a insultarla, porque según él, ella no había hecho nada en todo el día, mientras que el se la paso matándose por traer el taco a casa. El la tomo del brazo y ella comenzó a forcejear con él.

Julián no se veía con la misma fuerza de los días anteriores. Ella logro controlarlo por algunos momentos, pero eso hacia que aquel hombre se enfureciera más. Ambos se liaron a golpes, pero la embriagues del tío Julián, se impuso a sus fuerzas, permitiendo que la tía Cande fuera la vencedora, de aquella contienda. El cayo sobre el camastro y ella, como pudo, trato de acomodarlo en el lecho. Luego procedió a quitarle los zapatos y calcetines. Luego hizo lo mismo con la camisa y pantalón y prosiguió con la ropa interior, hasta dejarlo, tal como vino al mundo.

Luego de que la tía Cande desvistió con toda paciencia a Julián, comenzó con la siguiente parte de su tarea. El hombre se sentía pesado y la tía Cande tuvo que hacer un supremo esfuerzo para concluir con la primera parte de la faena. Tomo aire para luego agacharse y sacar de debajo del camastro, unas cuerdas para atarlo a la cama. Esta era de metal, con un esprin compuesto de una malla y resortes, con los que se sujetaba al bastidor de aquel camastro. La cabecera y la parte opuesta, eran tubulares. Lo que le facilito a la tía, la tarea de atar al hombre, que no lograba percibir lo que ella estaba haciendo. Le amarro los pies, luego las muñecas, en las cuatro esquinas del camastro. Se detuvo un poco a tomar aire. Luego lo miro, el dormía como un bebe y no como el ogro que era.

La tía Cande se dirigió al patio trasero, en donde tenia preparada una cuarta y una cubeta con agua. La familia tenia un cuartucho en donde guardaban las herramientas y ahí tomo estos elementos. Entro de nuevo al cuarto, en donde estaba el tío Julián, se paro frente a él y arrojo el agua, sobre el desprevenido marido. Cuando este senito caer el líquido sobre su cuerpo, despertó de manera abrupta, para darse cuenta que estaba bien atado al camastro.

Lo primero que hizo, fue preguntarle a su mujer, que estaba pasando. Ella sentencio: “Ya estoy cansada de tus malos modos, de tu actitud violenta y de que nos estés golpeando cada vez que se te antoja” El hombre dijo: “Fíjate bien en lo que estas haciendo”. “Estoy bien conciente de lo que estoy haciendo y créemelo que no me hubiera gustado llegar a esto”, dijo Cande, con el rostro compungido.

El marido comenzó a darse cuenta de lo que estaba a punto de suceder y le preocupo la determinación, con que su mujer estaba actuando. “Hace mucho tiempo que tu debiste fijarte en lo que hacías tu”, dijo la tía Cande y añadió: “En lugar de dialogar insultas y repartes golpes, tu orgullo no te permite reconocer tus errores y después de agredirnos, terminas haciéndote la victima y luego nosotros tenemos que acercarnos a ti” El hombre dijo: “Si yo he actuado con violencia, como dices, es porque tengo que aplicar la disciplina en casa”. “Estas muy equivocado”, dijo Cande, “porque disciplinar proviene de la palabra discípular, hacer que alguien que necesita ayuda, reciba el consejo para enmendar el camino por el que se conducía de manera equivocada”.

Julián la miro con temor y trato de convencerla de cambiar el castigo que le iba a propinar. Cande se mantuvo en su postura y agrego: “En lugar de hablar con tu hijo y ver si tu violencia lo estaba afectando, lo golpeas, como si él fuera el problema en esta casa” “Yo quise corregirlo”, dijo Julián. Cande meneo la cabeza y comento: “No lo corregiste, ni le aconsejaste, como a mi me hubiera gustado, pero además lo trataste como si fuera tu enemigo, pero eso hoy se va a terminar”: Con una cínica sonrisa, el tío Julián dijo: “¿Y como piensas remediar, según tu, nuestros problemas?” “Ahora lo vas a ver” Tomo la cuarta y dejo caer un par de golpes, sobre el inerte marido” Este al sentir el dolor gimió, pero hizo un esfuerzo, para no doblegarse.

La tía Cande dijo: “Que te quede claro que cada vez que llegues borracho, insultándonos y queriéndonos pegar, te voy a aplicar este remedio, ¿haber quien se cansa primero?, tu de venir con violencia y yo de esperar a que te duermas, para volver a darte este remedio”. La tía alzo la mano para descargar la cuarta sobre el violento marido. Lo hizo hasta que el hombre gritaba: “Ya no me pegues corazón, ya no lo vuelvo a hacer mi cielo, voy a cambiar, pero ya no me pegues mamacita”. La tía Cande se detuvo y le dijo: “¿Vamos a ver si es cierto?, Te voy a soltar, pero mucho cuidado con que vuelvas a tratarnos mal y se te olvide la promesa de no volver a ser violento. “Esta bien mi cielo, pero suéltame ya”, dijo Julián. Cande añadió: “Una cosa más, le vas a pedir disculpas a nuestros hijo, pero si te retractas, te vuelvo a dar tu medicina”.

Julián acepto las condiciones que le impuso su mujer. Cande lo soltó. Julián se acerco a ella y le dijo: “perdóname de verdad voy a cambiar, pero por favor ayúdame, no quiero seguir siendo un borracho y golpeador”. Cande le dijo: “La maestra que entrevisto a Daniel me dijo que su conducta violenta la había aprendido en casa” “Yo le negué esa verdad, pero si quieres de verdad ayuda, vamos a consultarla, quizás ella tenga información que nos pueda ayudar con este problema” Julián acepto aquella propuesta, mientras Cande llamaba a sus hijos. Los niños entraron acompañados de sus dos tías.

La tía Cande les contó lo sucedido. Marce y Tomaza estaban asombradas de los alcances que había tenido la reacción de Cande. Julián entonces tomo la palabra y dirigiéndose a sus concuñas, sobrinos, hijos y hermanos, les dijo: “Hoy prometo ante ustedes, que me voy a esforzar por ser una buena persona, dejando a tras el vicio y la violencia” Los miro fijamente y luego añadió: “Hijos, por favor perdónenme todo el daño que les hice, pero a partir de este día pretendo ser un padre, un amigo y un buen compañero de todos ustedes”. Los niños corrieron a rodearlo con abrazos y besos. Daniel fue el primero en reaccionar y cuando estuvo en brazos de Julián, este le dijo: “Perdóname hijo, por la forma en que te trate”. Daniel se le colgó del cuello y lo beso en la mejilla.

Cande se acerco a Julián y las concuñas aplaudieron con alegría. Cande se sentía feliz y Julián la abrazo amorosamente, como la primera vez en que la tuvo por novia. Después de pedirles disculpas a todos los presentes, Julián les prometió buscar ayuda profesional. Todos se alegraron, prepararon un convite familiar, para festejar el cambio de Julián. Sus hermanos hicieron promesas semejantes a sus mujeres y a sus hijos. Toda aquella noche se alegraron, porque había llegado una nueva forma de vida, a la casa de la tía Cande y comenzaba a cumplirse el sueño de aquella sufrida y abnegada mujer.

El lunes por la mañana, la tia Cande y Julián, acompañaron a sus hijos a la escuela, para entrevistarse con la maestra. Ella los recibió gustosa, escucho los compromisos que Julián se había planteado. La maestra les hablo de un programa de autoayuda, que se pensaba implementar en la escuela, para que los padres ayudaran mejor a sus hijos. Pero además les recomendó, que fueran a ver una psicóloga que recién había llegado al pueblo y que muchos no la aceptaban, por los prejuicios culturales. La maestra llamo a Daniel y este entro gustoso a su oficina. Ella escucho a Daniel, prometer que desde ese día, se portaría bien y estudiaría mucho.
Daniel iba ese día, hasta mejor peinado y con sus útiles escolares, tan bien ordenados, como jamás lo hubiera imaginado su maestra. Que bueno seria, que los padres entendieran la importancia que tiene un hogar estable, para forjar las metas, los valores y las ganas de vivir exitosamente, en los hijos que gozan de la bendición de un hogar con problemas, pero con ganas de seguir cambiando y prosperando moralmente, día a día.

Cande y Julián se entrevistaron con la psicóloga. Ella los escucho con mucha atención y los aconsejo para seguir mejorando las relaciones interpersonales, entre los miembros de la familia de Cande y también con los amigos y vecinos con quienes convivían. Después de recibir la ayuda, Cande y Julián, con la ayuda de la psicóloga y la maestra de Daniel, forjaron un proyecto, que con el tiempo, ellos lo aplicaron en la comunidad religiosa a la que pertenecían.

La pareja salio del humilde consultorio de la psicóloga, con la esperanza de un nuevo día. El sol brillaba como se uniera, a los buenos deseos que en ellos, se estaban forjando de nueva cuenta. Cande y Julián llegaron contentos a su jacal, el la tomo de la cintura y la beso, mientras le decía: “Sigues estando tan linda, como el primer día que te vi.”. Ella sonrío y le dijo: “Te amo”, lo que siguió no lo puedo contar, pero es fácil de imaginarlo, porque a medio día que los niños regresaron, ellos estaban muy acaramelados.

Con los meses llegaron cuatro retoños más, al hogar de la tía Cande y con ello una nueva luna de miel. Las gentes, la cultura y los medios de comunicación, aun no abordaban el tema de la planeación familiar. Pero ya siendo abuela, Cande les recomendó a sus hijos, que planearan bien a sus familias. Esta por demás decir, que la tía Cande murió por cáncer en la matriz, la prevención de este, aun no llegaba a ser de dominio publico.

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