Novela Tia Cande Cap.4

Capitulo IV. La Última Llamada

Las concuñas se volvieron a reunir, a la misma hora y en el mismo lugar en que lo habían hecho la vez anterior. La tía Cande inicio la conversación con un sollozo y un par de lágrimas, diciendo: “Ya estoy harta de este tipo de vida”, “creo que no voy a soportar mucho”. Las dos concuñas trataron de consolar a Cande: “La próxima ves que te quiera tocar, amenázalo con recurrir a las autoridades o pídele el divorcio”, dijo la tía Marce. La tía Marce estaba casi en la misma situación con su marido, pero era un poco más brava, a la hora de repartir los golpes, por lo que su marido no salía tan bien librado de las peleas, como salía el tío Julián.

“Mi viejo no es tan malo, como para que yo recurra a las autoridades”, dijo la tía Cande. Las dos concuñas bajaron la cabeza, meneándola en desacuerdo por lo que dijo la tía Cande. Ella agrego: “El me quiere, solo que a veces lo desespero y por eso reacciona así”. “Ahora no más eso falta que lo felicites por lo que te hace”, dijo la tía Marce. El maltrato sobre la victima, provoca que ella termine sintiéndose culpable, por la violencia desatada, tal era el caso de la tía Cande. La tía Tomaza agrego: “Por eso existe la violencia familiar, porque nosotras tenemos la culpa, ya que en lugar de poner remedio a esto, terminamos justificando el maltrato que recibimos”.

La plática siguió curso. Marce y Tomaza trataban de alentar a la tía Cande, para que de una vez por todas pusiera remedio a la situación que vivía en su hogar. Las dos concuñas trataban de convencer a Cande, de que no era culpable de la violencia que sufría y de que ella tenia que armarse de valor, para terminar con aquel infierno. Pero la tía Cande encontraba una justificación tras otra, por la violencia recibida a manos de su marido. Marce y Tomaza casi se frustran, tratando de hacer que Cande reaccionara de forma correcta y así pusiera fin a la violencia de su hogar. Por ultimo, las dos mujeres se retiraron del jacal de Cande, pensando en el valor que tuvo, tratar de inducir a Cande, por el camino de la solución a su problema.

Los dos hijos más grandes de Cande estaban jugando con los compañeros, en el patio de la escuela. Daniel, que tenía por costumbre no dejarse de nadie, jugando con su compañero, paso del juego de manos a los golpes. Daniel tenía destreza para mover las manos y dominar a sus contrincantes, así que salio vencedor una vez más. Los dos contrincantes fueron llevados a la dirección de la escuela. No era la primera vez que esto sucedía, por lo que la orientadora entrevisto a Daniel y exonero, después de un buen regaño, al contendiente de Daniel. Luego regreso a su oficina, para atender al chamaco.

La maestra se sentó frente a Daniel y las preguntas clásicas fueron no se hicieron esperar. La maestra practicaba dos principios pedagógicos: “Los hábitos de los niños, no se aprenden en la escuela, si no en la casa. Los hijos son el reflejo de las actitudes familiares. La maestra le menciono a Daniel, estos principios. Al oír aquello, Daniel, el hijo mayor de Cande, solo agacho la cabeza y no contesto. Entonces la docente pregunto: “Daniel, dime con toda confianza ¿tu papá te pega?” Daniel levanto la cara y mirándola fijamente, con cierto destello de coraje, le contesto: ¡No!. La docente percibió que el chamaco, estaba mintiendo. Y volvió a preguntar entonces ¿le pega a tu mamá? Con el rostro hacia el suelo, Daniel solo se concreto a menear la cabeza, negando la cuestión.

La maestra tomo el cardes de Daniel y le mostró sus reportes anteriores y luego le señalo las calificaciones que estaba obteniendo, su promedio general era de 6.7. Daniel miro aquella carpeta y su contenido, pero no mostró sorpresa o abatimiento, por los resultados obtenidos, en su aprovechamiento escolar. La maestra vio la actitud indiferente del chamaco y le dijo: ¿Qué dices de esto? Daniel contesto: “Nada” ¿y que crees que debo hacer contigo? Daniel contesto: “No se”. ¡Bien!, dijo la maestra: “Tendré que llamar a tus padres. “Quiero que mañana venga tu mamá o tu papá, o de lo contrario no entras a la escuela”

Se puso de pie, dejando a Daniel en su asiento. Abrió la puerta y llamo al director de la escuela. Este vino hasta la subdirección, en donde la docente entrevistaba a los alumnos. El director entro a la oficina para escuchar las recomendaciones de la maestra, surgidas por la entrevista realizada. El maestro dijo, tajantemente: “Necesito que venga la madre de Daniel”. El director miro fijamente la actitud de Daniel y como no observara alguna reacción, dijo: “Quiero que llegando le digas a tu mama, que necesitamos hablar con ella, de lo contrario quedaras suspendido hasta que ella venga, ¿Si quedo claro?”. Maestro y alumno, se miraron fijamente. Daniel solo asintió con la cabeza y el director añadió: “Es todo, te puedes retirar”. Daniel salio, mientras la maestra informaba al director de lo que había percibido, en la conducta que presentaba el muchacho.

El director, después de escuchar las observaciones de la maestra, dijo: “Yo pienso igual, si un muchacho es agresivo, la única razón de ello, es que esta aprendiendo la agresividad en su casa”. ¿Y que podemos hacer ante esta situación? Pregunto la maestra. Lo único que podemos hacer, es hablar con la madre, para que tome conciencia, de que el problema esta rebasando los limites de su hogar y esta trascendiendo a la sociedad”. Luego la maestra pregunto: ¿Y si ella no acepta las recomendaciones que le demos? El director añadió: “Entonces me temo que no podremos hacer nada por el chamaco y nos veremos forzados a expulsarlo”.

Daniel salio de la escuela y llego a casa en compañía de sus primos. Dejo sus libros en la mesita de madera, en la que todos sus hermanos dejaban los útiles escolares y se dirigió a la cocina, para informarle a su madre, que al día siguiente, ella tendría que ir a platicar con la maestra. La tía Cande le dijo: “¿Te volviste a pelear?, ya te dije que te portaras bien, si tu papa se entera, te va a castigar y ya sabes como es eso”. El muchacho quedo en silencio, mirando fijamente a su madre. Ella noto algo extraño en sus ojos, no atino a descubrir si era coraje, vergüenza o miedo. Solo le dijo: “Esta bien, ve a jugar, mañana veremos lo que quiere la maestra”. Daniel salio corriendo, como si con ello, todo quedaba olvidado.

Antes de que llegaran los hombres, las dos concuñas volvieron al jacal de la tía Cande, para platicar con ella, por el reporte de Daniel, que había recibido de la escuela. Ella les contó lo que el chamaco le dijo y Marce dijo: ¿Te fijas hasta donde esta llegando la situación familiar de ustedes? ¿Qué hago? Dijo Cande y Marce le contesto: “Lo que debiste de haber hecho, hace tiempo. Ponerle un alto a tu marido y no seguir permitiendo que las cosas empeoren. “Fíjate manita”, dijo Tomaza: “¿Qué más esperas que suceda, para ponerle una solución a esta situación? “Los hijos sufren, las cosas empeoran y tu no logras ser feliz y permites que tu casa se vuelva un infierno para todos”.

Cande guardo silencio, porque estaba frustrada y no sabia que hacer. En su casa había vivido violencia, pero ella y sus hermanos no se sentían afectados por ello, al menos eso era le que ella creía. Además no estaba enterada de lo que estaba sucediendo, en los hogares de sus hermanos. Su mamá era una mujer sumisa y nunca se quejaba de la violencia, que a veces desataba su padre. Ella había sufrido golpes e insultos, de parte de su progenitor y no era violenta por ello. Cande se consideraba una mujer aguantadora, fiel y dedicada a velar por sus hijos. Las concuñas se retiraron, dejándola con estos pensamientos, entre los que buscaba la respuesta a la situación que vivía con Julián.

La tía Cande se presento al día siguiente, en la escuela de Daniel, para escuchar la queja que tenían contra él. La maestra que atendía el caso, invito a Cande para que pasara a la subdirección y tomara asiento, para cumplir con la entrevista. Minutos después entro la maestra y se sentó frente a Cande. Ella la miro con cierto temor. En pocas palabras, la maestra le explico el problema del día anterior y luego pregunto: ¿Su esposo y usted siempre han vivido juntos? Y mirándola fijamente, para estudiar con detenimiento, cada uno de sus movimientos faciales, espero la respuesta.

Cande se turbo, pero trato de mantener la calma, para no delatarse y contesto: Si, ¿Por qué la pregunta? Cande sospechaba la intención de la maestra. “La conducta de Daniel presenta problemas de familia”, dijo fríamente la maestra. Cande se esforzó por no delatarse y dijo: “Creo que tenemos problemas como toda familia, mi marido y yo discutimos como es normal en todo matrimonio”. “¿Cuándo discuten, lo hacen ante sus hijos?”, pregunto la maestra. ¡No, lo hacemos a solas!, contesto Cande. La maestra prosiguió y dijo: ¿Su marido le ha pegado? Cande respondió con rapidez: “Por supuesto que no”. ¿Cómo tratan a sus hijos?, insistió la maestra. ¡Bien!, respondió Cande, mintiendo. Los hijos son el reflejo de la casa, son el espejo de nosotros”, agrego la Maestra.

Las dos mujeres se quedaron en silencio, la tía Cande bajo la mirada, ante la imponente verdad que reflejaban las palabras de la maestra. Trato de reponerse y dijo: “Maestra, ¿No puede existir otra causa por la que Danielito sea agresivo? “Me gustaría que así fuera”, dijo la maestra y luego añadió: “Pero lo que los niños hacen en la escuela, es porque lo aprenden en casa. La tía Cande bajo nuevamente la vista, sin darse cuenta que con ello estaba confirmando las sospechas de la maestra. La tía Cande no convenció a la docente y salio de ahí algo preocupada, porque se sentía descubierta.

El director entro en la oficina, para recibir las impresiones que había recogido la maestra, en la entrevista con la tía Cande. La maestra detallo la entrevista al director y añadió: “La señora no reconoció que hay violencia en su hogar y que esta la desata el marido”. “Las mujeres de la comunidad, parece que fueron educadas por sus madres, para este tipo de vida”. La maestra añadió: “Pero es nuestra obligación luchar contra este tipo de cultura nociva, por medio de la educación equitativa y valores como el amor, el respeto y la cooperación. En ello esta la calidad educativa que tanto pregonamos”.
La tía Cande llego a su jacal, a punto de llorar. La tía Marce y Tomaza llegaron para enterarse de lo que le habían dicho en la escuela. Cande les contó lo sucedido y la tía Marce le dijo: “Creo que ha llegado la hora de que le des un escarmiento a tu marido, antes de que te mate o lastime a uno de los chamacos.”Date cuenta de la realidad”. “Escucha manita”, dijo Tomaza “habla con tu marido de lo hoy paso en la escuela con Danielito, haber si así toma conciencia del daño que esta haciéndoles a los niños y a ti”.

¿Pero como que debo hacer?, pregunto Cande y dijo: “Doña chema, mi vecina, me dijo que fue a las autoridades y que no le hicieron caso, que ella insistió y que llamaron a su marido a la comandancia, pero que al llegar a la casa, le dio una sunda por ello, que no le volvieron a quedar ganas de irse a quejar a las autoridades”. “Lo mismo le paso a mi prima”, dijo Tomaza. “Fue a poner la queja a las autoridades, no le hicieron caso y su marido se la sonó, luego se fue a emborrachar y hasta le paseo a una fulana, frente a su jacal, para que supiera quien manda en casa”.
La tía Marce, un poco más segura y con mejores estudios que sus concuñas, dijo: “Las mujeres lucharon por la independencia del país y les fue como a las comunidades indígenas, quedaron marginadas. Lucharon en todas las guerras posteriores y siguieron sin ser ciudadanas y encima maltratadas por sus maridos. Participaron como soldaderas en la revolución y esta les dio la ciudadanía, 34 años después, a manos de don Ruiz Cortínez” “¿Cómo creen que nos van a reconocer nuestro derechos de la noche a la mañana?” “Si nosotras no le ponemos un alto a este problema, nadie se lo va a poner”.

“Me asustas Marce”, dijo la tía Tomaza. Cande la miro extrañada y en silencio, tratando de reconocer a esa mujer que nunca había visto. Marce las miro desconcertadas y les dijo: “Quiten esa cara de espantadas, no quiero decir que maten a sus maridos, solo que les den una buena lección, para que no las vuelvan a tocar, yo ya lo hice y me resulto”. Tomaza dijo: “Yo siento que me falta valor, para enfrentar a mi marido” Cande, a manera de queja o nostalgia dijo: “Yo creo que a mi me están faltando fuerzas, para seguir soportando los malos tratos de mi marido”. Las miro fijamente y continuo: “Yo me case enamorada de Julián, pensé que viviríamos pobres, pero felices y en armonía, nunca me imagine que con los meses el hombre cambiaria”.

Marce interrumpió a Cande, para decir: “Ya estuvo bien de tantas quejas, los que ahora necesitamos son soluciones y así no las vamos a encontrar”. La tía Tomaza añadió: “Dices bien, es ahora o nunca,, cuando debemos de darle fin a esta situación”. Cande se unió a las conclusiones: ¿Por qué los hombres no obligan a tomar dediciones drásticas, qué no seria mejor dialogar antes de actuar de manera intempestiva? Marce les comento: “Hace tiempo escuche que el profeta chirolico dijo: Él hombre tiene control de sus dediciones, pero tomada la decisión, ya no tiene control de sus consecuencias”.

Tomaza y Cande, no se atrevieron a preguntar más y las tres se despidieron, dejando a la tía Cande, sumida en sus pensamientos. Por la tarde, la tía Cande le contó a su marido lo sucedido en la entrevista con la maestra de Daniel y sorprendida vio como Julián, en una arrebato de ira, fue a cortar una vara chifladora y correosa, para llamar a Daniel, entre gritos he insultos. La tía Cande trato de contener a su marido y este le dijo: “Quítate de en medio o también tu alcanzas unos varazos. El chamaco, acompañado de sus primos, apareció en el patio de donde venían los gritos de su padre. Con miedo se paro frente a él. Después de un par de insultos, el padre le dio tres varazos, sobre su espaldo, haciendo gironés a la luida camisa que traía.

Los primos aterrorizados contemplaban la escena, mientras el tío Julián volvía a darle tres azotes más a Daniel. La madre trato de impedir aquel castigo. El tío Julián la confronto, diciendo: “Tu tienes la culpa de la rebeldía de este chamaco, porque como toda madre, lo solapas” y levantando la mano, dejo caer la vara, sobre la espalda de la aturdida mujer, que no alcanzaba a comprender el porque de tanta violencia. Así que no sintió los dos primeros varazos, pero el tercero la hizo reaccionar, justo en el momento en que Marce llegaba por sus hijos, para conducirlos a su jacal. La mirada de las dos concuñas se encontraron. Marce la miro, como reclamándole el porque no detenía lo que estaba sucediendo. Mientras que la mirada de la tía Cande se dirigió a ella, como diciéndole: “tenias razón, ya es hora de que actúe contra esta violencia”.
Por la noche, toda la familia de la tía Cande, cenaba junta en el jacal, como si por la tarde, no hubiera sucedido aquel acto violento. La tía Cande estaba en silencio. El tío Julián estaba acostumbrado a esa reacción, que presentaba Cande, después de cada acto de violencia. Pero Cande había llegado al límite de su paciencia y comenzó a maquinar la solución para frenar la violencia que ya la tenía cansada. Don Julián no se imaginaba, que ese día seria el último de sus actos impunes. Ceno sin remordimientos y se retiro a descansar, mientras su hijo le miraba de manera acusadora.

Cande le dio un beso a Daniel y le dijo: “Perdóname hijito, nunca pensé que tu padre fuera a reaccionar como lo hizo, pero te prometo que esto ya no volverá a suceder”. Daniel la abrazo fuertemente, como diciéndole “tienes mi apoyo, te amo y confio en que Dios te de sabiduría” Le dio un beso en la mejilla a Cande y con una sonrisa salio corriendo, para acostarse. El día siguiente avizoraba mejores vientos y el tiempo tendría que cambiar, para que no se volviera a desatar el huracán de violencia familiar.

Cuando Daniel salio de la pequeña cocinita, Cande alzo sus ojos al cielo, como pronunciando una oración al Creador, en busca de la Gracia y sabiduría necesaria, para que ella actuara al día siguiente. Julián, mientras tanto dormía placidamente en su catre, sin imaginarse que la mujer puede ser tan fuerte como el hombre, ya que Dios no hizo diferencia entre el uno con el otro. La violencia familiar se puede detener de manera civilizada, pero a veces los machos, obligan a sus mujeres, para que ellas tomen otras medidas. Las autoridades mexicanas deberían prestar atención a ello, porque si una desgracia sucede, por la falta de cordura y dedición, entre quienes dirigen en nombre del estado, el gobierno se constituye entonces en infractor y culpable, de un crimen cometido por el hombre violento o por la acción ilícita de una mujer, que toma una dedición fatal.

El valiente vive, mientras el cobarde quiere. Cande estaba a punto de dejar de ser cobarde y Julián y la autoridad sorda, también serian culpables de las consecuencias de un mal no remediado. Cande se retiro a descansar, mientras que su mente buscaba una solución y antes de dormirse, se sobresalto sobre su lecho. La solución apareció en su mente. Su rostro se ilumino con una linda sonrisa y se dejo caer sobre la cama, quedándose tranquilamente dormida.

Por la mañana, mientras la tía Cande estaba afanada en sus quehaceres domésticos, llegaron sus dos concuñas, para conocer el sentir de la tía Cande, para ver si podían ayudarla. La primera que llego, fue la tía Tomaza. Esta alarmada le dijo: “No puedo creer lo que te sucedió con mi cuñado”, “no estaba en la casa, habíamos salido al mercado, pero mis hijos nos contaron todo lo sucedido”. Cande, con los ojos humedecidos, dijo: “Hasta yo estaba asustada y asombrada, ¿Cómo no lo iban ha estar tus hijos?”.

En eso entro la tía Marce. Las dos mujeres quedaron en silencio, para permitir que la recién llegada, prosiguiera con la conversación. De inmediato comenzó la recriminación de la tía Marce, sobre Cande. “Te dije que hasta que no le pongas un hasta aquí ha esta situación, tu marido se va a calmar”. La tía Cande dijo: “Ya lo pensé bien y ustedes me van a ayudar”. ¿Cómo?, pregunto la tía Tomaza. Cande, mirándolas fijamente, les dijo: “Este fin de semana, mi marido va a cobrar un dinero que le deben, de seguro se va a ir a la cantina, se embriagara y vendrá haciendo su escándalo, para tratar de iniciar otra pelea”. ¿Y si no le pagan?, dijo Marce. “Entonces Será el siguiente fin de semana”.

Bueno, bueno, ¿Pero en que te vamos a ayudar?, dijo Marce. “Cuando llegue mi marido, les voy a mandar a mis hijos para que me los cuiden, mientras que yo enfrento a Julian”. “¿Tu sola no vas a poder?”, dijo Tomaza. “Claro que si”, respondió Cande, muy segura de lo que había planeado y les explico con detalle, lo que pensaba hacer contra su marido. Ellas escuchaban con la boca abierta, pensando en que la leona dormida, había despertado, algo que habían considerado imposible. Minutos después, las tres se despidieron, dejando a la tía Cande, solo y acariciando se desquite.

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