
Capitulo I. El Noviazgo.
Las personas se van jugando su destino y el éxito que obtendrán en la vida, desde el momento en que deben tomar tres grandes decisiones. Su relación con Dios, la elección de una profesión y la pareja con la que han de formar una familia. Se dice que de tras de cada hombre que triunfa, hay una gran mujer y que detrás de cada hombre que fracasa, hay una mujer. Que detrás de cada mujer que triunfa, hay un gran hombre y que de tras de cada mujer que fracasa, hay alguien que pretendió ser hombre.
También se cree que los hombres dan amor para recibir sexo, mientras que la mujer da sexo, para recibir amor. Estas implicaciones, no están del todo definidas en la conciencia de quienes se enamoran y luego establecen algún tipo de relación sentimental. Este fue el caso de la Tía Cande, la cual vivió en el estado de Guerrero, sobre la costa grande, en un pueblito, hoy ciudad, que lleva por nombre Atoyac de Álvarez Guerrero, a unos ochenta kilómetros de Acapulco, sobre la carretera costera, que lleva al puerto de Zihuatanejo.
Eran los años sesenta, cuando Armando, hijo de un cuñado de la Tía Cande, hermano del esposo de esta, la conoció en uno de esos viajes de aventura que su familia realizaba de tiempo en tiempo, buscando siempre mejores oportunidades económicas. La familia de Armando, hizo su aparición cuando la tía Cande ya tenía 6 hijos. La familia política de la tía Cande, vivía en la loma, al final de la calle Juan Álvarez, antes de la bajada a los cafetales, aun costado del río Atoyac, a la altura de tres brazos.
Hay una pequeña explanada, sobre la colina, ahí estaban ubicadas cuatro jacales, todos de carrizo y palma. Habitaciones rusticas con piso de tierra, de dos habitaciones, la primera la hacia de cocina y la trasera de habitación, en donde se apiñaban todas las criaturas, en hamacas y literas de tijera, hechas con manta, las cuales se doblaban durante el día, para que no robaran el espacio a sus habitantes. Al frente de la explanada se levantaban tres de los jacales, con una distancia entre ellos de aproximados 10 metros. En la casucha de en medio vivía la matriarca, madre de cuatro varones, que casados formaban una población de 36 personas.
Al fondo de la propiedad, vivía el hijo tercer, a unos 20 metros había levantado el cuarto jacal. Los tres varones y sus hijos, se dedicaban al campo, a la cría de aves de corral y a la producción casera de un pan que Armando apodo como “pan chante”. Tenían en común a tres burritos, los cuales eran utilizados para las faenas del campo y el hogar, ya que la cocina de sus hogares, era de hornos improvisados de barro y parrillas de alambrón, en las que cocinaban con leña, ya que el gas no llegaba hasta esa parte de la población Guerrerense.
La tía Cande se había casado 10 años antes, haya por el inicio de la década de los cincuenta (del siglo veinte). Había conocido al tío de Armando, cuando este viajaba a san Jerónimo, para vender mercancías, como telas, calzado, hilos y toda clase de artículos para la confección y reparación de ropa domestica. Haciendo sus ventas, don Julián llego a la puerta de la casa, en que habitaba la Tía Cande. Esta era morenita, de buena figura, con pelo largo y negro sedoso, porque aun no caía sobre ellos, los tintes y demás menjurjes modernos, que utilizan por regla, las mujeres de hoy.
Al tío Julián le gusto la joven Cande, desde el primer día que la vio. A ella no le pareció muy interesante el tío Julián, pero con los días y a fuerza de verlo, descubrió que le comenzaba a gustar y se sintió atraída por él, pues no era del todo feo, con buena ropa y un buen corte de pelo, mejoraría su imagen, haciendo de esta manera, que se vería mejor. El tío Julián se enamoro a primera vista, de la tía Cande. Aquel comerciante, que pintaba ser un buen hombre, como todos los que ella conocía, parecía ser un buen partido, para el gusto de la familia de la tía Cande, por lo que ella decidió darle una oportunidad en su corazón, como consecuencia de las oportunas observaciones de su madre.
Don Julián experimento cierta atracción hacia la joven que parecía estar entre los 18 a 20 años de edad, no muy lejos de la edad que él tenia, por lo que busco que los encuentros con ella, se hicieran frecuentes. Primero cada quince días y luego cada semana, hasta que pasaron seis meses. Entonces fue que Julián se animo a pedirle una cita a Cande. La entrevista se realizo en la plaza de esa comunidad, a vista y conocimiento de los padres de la Cande, quienes después de hacerle una numerosa lista de recomendaciones, accedieron a que ella saliera sola, con aquel joven comerciante.
Julián llego vestido de un pantalón tipo caqui, con una camisa blanca de manta, unos guaraches nuevos y un sombrero de paja. Ropa característica de la región costera de Guerrero. Ella traía un vestido típico de la región, con un estampado flores y colores vivos. Su cabellera estaba ordenada en dos grandes trenzas, que caían sobre sus hombros. Morenita encantadora, con sus indumentaria limpia y sus labios pintados con un color rojizo, que hacia tono con el color de su piel, Cande se veía preciosa, sus finas facciones, no ocultaban su rostro hermoso y mestizo.
Julián al verla, se quedo fascinado, por los encantos que reflejaba aquella mestiza de ojos grandes y vivos, fieles representantes de su pueblo y su cultura. Caminaron juntos por la banqueta de la plaza, dieron un par de vueltas sobre esta y luego se sentaron, a su lado se paro un vendedor ambulante, que ofrecía la última nieve de limón, que ese día estaba por acabarse. Julián le ofreció a Cande, comprar para ellos, el producto anunciado. Ella acepto y luego se sentaron en la banquita, para disfrutar de aquel refrigerio.
Julián expreso en un par de cortas palabras, loores al encanto que Cande reflejaba. Ella se ruborizo, sintiéndose soñada, pensando en que la hora de ir al altar, se estaba llegando, ya que según las exclamaciones familiares, ella se estaba alejando de la buena edad, para casarse. El le comento de sus intenciones como hombre y su proyecto de casarse con alguien como ella. La jovencita creyó que estaba soñando, cuando Julián le pregunto que si tenia novio. Ella le contesto que no. El le pregunto el porque de su situación. Ella le contesto que aun no llegaba el hombre con el cual compartiría su vida hasta que la muerte los separara. El le pregunto que cual debería de ser la duración que debería tener un noviazgo. Ella le dijo que máximo un año y que luego se debería de dar el matrimonio o un rompimiento definitivo.
La tarde avanzo aquel sábado, sin dejar mucho espacio para seguir tocando el teme. La pareja se encamino a la casa de Cande, por aquellas callecitas empedradas, que hacían que los tacones, de los zapatos de Cande, sonaran con más fuerza. Julián caminaba a su lado orgulloso, mientras Cande saludaba a su paso, a todos los residentes del barrio. Pueblo chico, en el que todos se conocen, casi de manera perfecta o al menos eso suponen todos.
Llegaron a la entrada de la casita en que vivía Cande. Julián se despidió de ella y le pregunto, ¿Nos podemos ver el próximo sábado? Ella contesto: “Si, me agrada la idea, ¿pero a que horas? ¿Te parece bien a la misma hora de hoy?, pregunto Julián. Me parece bien, contesto Cande y luego se despidieron, con un saludo de manos. La siguiente semana se repitió el recorrido y luego, con algunas variantes, siguió la misma rutina por dos mese más.
Con los meses vino lo esperado, el joven Julián le declaro su amor a la dulce princesa, la cual se sintió en las nubes y no supo que decir, hasta el día siguiente, en que decidió darle el si. Era la tarde de uno de esos sábados en que habían quedado de acuerdo, de salir juntos. El caminaba a su lado, con rumbo a la placita del pueblo. Había feria ese día, de aquellas que recorrían los pueblos de ese tiempo. Ellos llegaron hasta la aglomeración y se internaron en ella, uniéndose al bullicio de la fiesta popular.
Se sentaron en una fondita improvisada, que le daba colorido al evento popular. En algunos puestos se estaban vendiendo algodones de azúcar, dulces de coco, de cacahuate, de nuez y otras variantes. Había venta de libros, tanto usados, como nuevos. Comidas de la región y juegos mecánicos, los cuales no faltan, si no levan sus famosas sillas voladoras y su carrusel de caballitos. La gente bajo de las rancherías, para disfrutar de algunos momentos de alegría, que ofrecían aquellas fiestas populares.
Las cuatro calles que circulaban a la placita, se llenaron de puestos hechizos, conformados por mantas y tablillas de madera y escaparates del mismo material. Cande y Julián se abrieron paso entre puestos y gentes, para buscar acomodo en una de las fonditas del lugar. La encontraron y tomaron asiento y ordenaron atole de masa y tamales, típicos de la región. Julián entonces pregunto, ¿Quieres ser mi novia? Cande lo miro y se le acerco un poso y luego dijo: “Si, con toda mi alma quiero ser tu novia y si es posible tu esposa”. El emocionado, se le acerco para depositar sus labios, sobre los ella y así mostrarle su cariño. En eso paso una amiga de Cande, la que los interrumpió con un: ¡Hola Cande! Ella se turbo y luego les presento al novio.
La amiga venia acompañada de varias conocidas de Cande. Todas ellas sonreían maliciosamente, mientras eran presentadas a Julián, ahora novio de Cande, la más seriecita de todas las amigas y conocidas del barrio. Con mucha alegría se despidieron todas, dejando sola a la pareja, quienes siguieron disfrutando de la pequeña cena y cariñitos de la nueva relación que sostenían Cande y Julián. La hora de partir llego, interrumpiendo aquellos deliciosos momentos que mantenían el calorcito del nuevo noviazgo que se había formado aquella tarde. Tomados de la mano, Julián y Cande se perdieron, entre las primeras sombras de aquel día, por entre la callecitas que los llevarían a la casa de Cande.
Pasados los primeros días de noviazgo, Julián había mostrado una cara que al paso del tiempo cambio. Ya había confianza y apareció el mal carácter, hasta entonces reprimido. Cande saludo aun joven de su edad, mientras platicaba en la cerca de su casa, con Julián. Este molesto le pregunto, alterado y agresivo, sobre la amistad que mantenía con el joven que había saludado. Cande no tomo muy en serio aquella actitud de Julián, pero ese día descubrió un lado oscuro en la vida de Julián, pero no le dio importancia, y se consoló con esta idea: “los hombres cambian con el tiempo”. Engañosa trampa en la que han caído muchas mujeres, a lo largo de la historia humana.
Cande ya estaba acostumbrada, al maltrato psicológico y físico, a fuerza de vivirla entre su padre y su madre. Su padre acostumbraba a emborracharse y entonces se ponía insultativo y violento con la madre de ella y con todos los que estuvieran presentes en la casa. Julián trataba de imponerse sobre la voluntad de Cande y comenzaba a tratarla con autoritarismo. Un día en que salían a dar la vuelta, por la placita del pueblo, Julián venia comentándole que el estaba juntando dinero para casarse y lo primero que quería comprar para la boda. Ella quiso dar su opinión y el le contesto, ¿Qué no piensas con la cabeza? Ella se quedo fría, pero lo le rectifico su actitud y Julián comenzó con la violencia en ese momento.
Todo es cuestión de esperar, cuando un hombre rompe la barrera del respeto, para que lo vulva a hacer y cada vez con más violencia. Una tarde, Cande esperaba a Julián, el había prometido llegar a las 5 de la tarde y eran casi las seis y no llegaba. Ella, algo preocupada, no se cansaba de mirar hacia el fondo de la calle, pensando en ¿Qué pudo haber retrazado la llegada de su amado? El galán no aparecía, por más que Cande, se estiraba para escudriñar en el fondo de la calle.
A las seis con quince minutos, apareció Julián, en las callejuelas de aquella pequeña población. Cubrió la distancia que lo separaba de su amada y parándose frente a ella, dijo: “Me tarde, porque una clienta me retraso en la compra” Ella agrego: “Espero que sea verdad y no sea otra la causa”, ¿Ya vas a comenzar de nuevo con tus celos?, dijo el joven enamorado. Ella replico: “Siempre que un hombre llega con pretextos es porque se esta curando en salud”. Julián respondió: “Estas loca, eres como, eres como todas las mujeres, celosa y desconfiada”. Nuevamente Julián rebaso la barrera del respeto y Cande no dijo algo, en su favor.
La voz de Julián había subido de tono, pero Cande no le dio importancia y prosiguió la discusión: ¿Cómo todas, cuantas has tenido? El calor de la discusión subió un poco más y Julián más exasperado dijo: “Si sigues con lo mismo me voy a retirar de aquí”. Ella sin saber como reaccionar, le dijo: “Con eso me quieres intimidar, pero no lo vas a lograr”. Julián le dijo: “Tu estas mal de la cabeza, mejor cambiemos de tema”. Cande asintió con la cabeza y luego le dio la mano, para que entrara a la casa. Sus padres estaban esperando a la pareja para cenar. Julián entro a la casa y después de cruzar los saludos correspondientes, todos se sentaron a probar los alimentos.
Días después, la pareja volvió a discutir por otra simpleza más. Julián nuevamente procedió a utilizar palabras como estas loca, estas tonta. Cande lo miro fijamente, sin saber que responder. El aprovecho el desconcierto y le dijo ásperamente: !bésame¡ Ella se alejo un poco y él la tomo de los brazos por la fuerza. Ella lo miro retadoramente y él la beso. Minutos después, Cande se doblega ante su domador. La agresividad verbal había comenzado, ella le permitió que le dijera loca y tonta ¿Cuándo iniciaría la violencia física? Esta pregunta fue lo último que pasó por la mente de Cande, ya que escenas de violencia como esta, eran muy comunes entre sus padres.
Estas situaciones se fueron repitiendo día a día, por los siguientes meses en que duro el noviazgo de la pareja, de loca, Cande pasó a tonta, luego a mensa y por ultimo a estupida. A esto le agregaron el juego de manos, cuando un día Julián comenzó a querer jugar de manos con Cande. La confiancita siguió, hasta manotearse y darse pellizquitos. Una amiga le dijo a Cande: “Dice mi abuelita, que pellizquitos de novio, son cachetadas de marido” Cande se quedo callada, pero no tomo conciencia de lo que su amiga le aconsejo, porque días después, jugando de manos con Julián, este le propino un manazo, que la hizo casi llorar. El se disculpo, pero las confiancitas seguían creciendo y el maltrato se acentuaba, cada día más.
Cuando un noviazgo llega hasta este punto, lo mejor es terminar con él, pero cuando esto no sucede, es porque quienes viven con violencia, ven en este tipo de conducta, algo natural y caso apropiado en la relación de una pareja de novios o de esposos, gracias a que en el hogar paterno, se ha vivido de manera natural, con la violencia, haciéndose casi un estilo de cultura. Cande se dará cuenta con los años, lo grave que fue el no saber parar la violencia, cuando esta se había iniciado.
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