
El Alcohol
Aarón Catalán de León
Desde tiempos inmemorables, el hombre ha ingerido bebidas embriagantes como parte de su consumo rutinario. Clasifiquemos esas bebidas en tres tipos: La cerveza que se extrae de los cereales (granos), el vino de la vid, o de otros que contengan azúcar (frutas). Al fermentarse estas bebidas se alcoholizan. A su vez, esas bebidas fermentadas contienen ácidos, los cuales son perjudiciales para el organismo.
Las cervezas contienen del 2% al 9% de alcohol puro; los vinos naturales o secos contienen del 8% al 12%; y los hay hasta del 14%. Los vinos llamados de sobremesa, llegan a contener 18%, y los de cóctel o dulces hasta un 21 %. Los licores cordiales pueden contener entre un 25% o 40% de alcohol. Los ácidos ya mencionados, al llegar al estómago, empiezan a destruir sus paredes, llegando a producir heridas que se convierten en úlceras. Te explicaré brevemente el trabajo que hace el estomagó con los alimentos y con el alcohol, para que comprendas mejor aún mis explicaciones anteriores.
Cuando ingerimos alimentos, nuestra digestión empieza por la boca; masticamos y nuestras glándulas salivales sueltan 3 sustancias que ayudan a la desintegración de los alimentos, y el moco salivar lubrica al esófago. Los alimentos descienden hasta el estómago, a través del esófago donde continúa la digestión. El estómago. Suelta a su vez otras 3 sustancias. El esfinger pilórico, que es el músculo en forma de anillo colocado en la salida del estómago, controla las cantidades de alimento que pueden entrar al intestino. A esta primera parte se le conoce como duodeno. Después de 20 ó 30 minutos, una parte de los alimentos, lo suficientemente cremosa, pasa al intestino delgado donde se efectúa la digestión final.
Así como el estómago tritura y expulsa el alimento, también lo hace el intestino delgado, lo cual se realiza por medio de contracciones musculares. La digestión concluye cuando las moléculas alimenticias son lo suficientemente pequeñas para ser absorbidas por las vellosidades y vasos que se encuentran en las paredes del intestino, siendo conducidos al torrente sanguíneo, para ser conducidos al hígado. Este es, a grandes pasos, lo que sucede con los alimentos que comemos. Pero, ¿qué sucede con el alcohol? El alcohol no es afectado por las sustancias de la saliva o del estómago; pasa directamente a la sangre. El alcohol puede dañar las paredes del estómago, ya que el moco que protege a este órgano no es resistente al alcohol.
Las reacciones que produce el alcohol en la sangre son, hasta cierto punto, graves. El contacto de éste con la sangre convierte a los glóbulos rojos en anormales en pegajosos, haciendo más lento el fluido sanguíneo. Meditando en esto, notaremos que tiene consecuencias serias, pues los glóbulos rojos son los encargados de llevar oxígeno a todas las células del cuerpo. Si éstas no reciben el Oxígeno a tiempo, mueren. Además, cuando los glóbulos rojos aglutinados llegan a los delgadísimos vasos capilares, se obstruyen y provocan un déficit de oxígeno en un órgano. Cuando las personas consumen una cantidad abundante de alcohol, experimentan pequeñas hemorragias en el tejido de los ojos. Esto puede traer consecuencias irreversibles, como veremos más adelante.
Con lo explicado hasta aquí, nos Vemos obligados a preguntamos: ¿No sabéis qué sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es (1 Corintios 3:16-17).
Mitos Acerca del Alcohol
1. Las bebidas alcohólicas son nutritivas. No existen pruebas de que las bebidas que contienen alcohol sean nutritivas, ya que no contienen vitaminas, proteínas ni minerales; contienen calorías, pero éstas son insuficientes para compensar los daños que ocasionan estas bebidas al organismo.
2. Los bebedores de alcohol (cualquier bebida que lo contenga) creen que un poco de bebida no ocasiona daño alguno; esto carece de apoyo clínico. Un "trago" no calentará el cuerpo en un día frío. Puede ayudar a controlar los nervios, ya que es un depresor del sistema nervioso, pero esto será a costa de los daños ya mencionados.
3. Las bebidas alcohólicas no hacen daño. Estas avivan las células del cáncer, provocando los ya conocidos cánceres, en la lengua, la boca, la garganta, el esófago, el estómago, el páncreas y el hígado.
4. El alcohol no afecta los reflejos. Sí, produce una pesadez en todo el cuerpo, porque disminuye la fuerza de los músculos; retarda la percepción visual, por ello existen tantos accidentes laborales, de tráfico, y aun caseros.
La verdad va aún más allá. El alcohol, siendo un estimulante, puede sin embargo, llevar a un bebedor a estados depresivos, que pueden hacerlo caer en la neurosis, y en casos muy extremos, a la locura. Como agente desnutridor, el alcohol es excelente. Los bebedores comen mal, y, aunque tengan una alimentación balanceada, el alcohol interfiere en la digestión. Por muchos siglos se pensó que una persona bien alimentada podía beber sin sufrir daños físicos. Hoy se sabe que una buena alimentación no evita que el alcohol dañe el hígado.
Porque la paga de los vicios es la muerte
Yo mismo, hace tiempo, me enfrenté al vicio del alcohol y otras tentaciones, pero cuando sentí atracción por ellos, martilleó en mi mente 1 Corintios 6:19 y Romanos 6:23. Este último dice: "Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Una pregunta se quedó grabada en mi mente, y me inquietó por muchos años: ¿En qué forma moriré si peco?
Después de haber, Entrado al pastorado, por muchos meses la investigué, llegando a la conclusión de que la paga del pecado trae consigo 3 tipos de muerte: física, psicológica y muerte espiritual. Las estadísticas clínicas y de tránsito nos dicen que los principales asesinos sociales son el alcoholismo, la drogadicción y el tabaquismo.
En segundo lugar podríamos incluir dentro de los pecados sociales “disimulados” la ira, contiendas, enemistades, griterías, etc. Yo me extravié up tiempo en el pecado. Diez años después de que el Señor me salvó fui operado como consecuencia del pecado. Hoy puedo decir que, si el Señor Jesús no cambia el rumbo de nuestras vidas, la paga del pecado será la muerte.
Recuerdo que desde mi infancia tuve conciencia de que yo había sido llamado al pastorado, por eso, en parte, me gustó observar la conducta del hombre. Cuando asistía a la escuela secundaria, recuerdo que a mis compañeros de clase les sucedió una desgracia: Terminaba el año escolar y había que ir a festejarlo, dijeron ellos. Se dieron cita en un centro nocturno donde bebieron y bailaron por algunas horas. El bullicio molestó al vecindario. Se armó una discusión que continuó con los golpes. Los vecinos salieron huyendo del lugar, pues algunos de sus agresores, o sea mis compañeros, eran narcotraficantes. Estos se fueron del lugar disfrutando de sus fechorías cometidas. Después de caminar algunas cuadras, se dieron cuenta que unos hombres los seguían.
Cuatro de los cinco compañeros huyeron, perdiéndose en la oscuridad de la noche. El quinto de mis compañeros no pudo huir. Lo alcanzaron sus perseguidores y le destrozaron el rostro a balazos. Mi compañero tenía toda la vida por delante, pero ¿de qué le sirvió? Además, era el estudiante más brillante de nuestra escuela, pero esto no lo salvó de las consecuencias del pecado y de la muerte. Quiero aclarar que la muerte física es la consecuencia del pecado. Cómo enfrentar la muerte, es otra cosa.
La carta a los Corintios pregunta: ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios y que no sois vuestros? La respuesta es obvia. No debemos de destruir el templo de Dios. ¿Por qué? Porque si lo hacemos. . . él nos destruirá a nosotros.
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