
¿Qué debemos Saber?
Aarón Catalán de León
Cuando nos dedicamos a investigar fenómenos a través de las ciencias naturales, nos basta utilizar pasos metódicos para obtener resultados más o menos invariables. Pero cuando vamos a nuestra conducta y pensamientos, encontramos la dificultad de que, genéticamente, no podemos establecer normas y conclusiones aplicables a nosotros.
El ejemplo paternal
Enfoquemos el ambiente familiar, y consideremos primeramente los aportes sociológicos. El hogar es una de las instituciones básicas para formar el funcionamiento social y esencial del hombre. Entre éstas, el sociólogo Manuel Hernández, incluye:
- Transmitir la cultura a las generaciones sucesivas,
- Facilitar la adaptación del individuo a la sociedad,
- Formar a la persona para convertirla en un miembro activo de la sociedad.
Como vemos, la sociedad misma espera que la responsabilidad paterna sea cumplida de manera integral, exigiéndole directa o indirectamente que cumpla con sus responsabilidades morales en la formación de los miembros de la sociedad que se van uniendo a ella.
Socio lógicamente se acepta que los hijos son el reflejo de lo que observan en casa. No podemos esperar que ellos se conduzcan de otra manera que no sea como lo han visto en casa.
Cuando las normas y valores que los padres transmiten a sus hijos no concuerdan con su comportamiento, se produce confusión y reacciones negativas por parte de los hijos. Esto a su vez sacude la estabilidad familiar, y hasta puede causar su rompimiento.
Puesto que los hijos no pueden romper con la autoridad paterna, el descontento se expresa con diversas maneras de rebelión o retraimiento, como señala el sociólogo Roberto Merton. El pedagogo, Agustín Antonio Albarrán dice al respecto: "Cuando el padre no se relaciona con sus hijos de manera afectiva, éstos se ven privados de una influencia que les es benéfica."
Cuando el niño empieza su desarrollo emocional y de aprendizaje, se hace necesario que los padres sean cautos, atinados, comprensivos, justos, veraces, honrados, dignos y oportunos. De su proceder, dependerá la influencia en la personalidad del hijo. La comunicación verbal se ve apoyada con los hechos, que refuerza el aprendizaje con la corrección atinada y oportuna.
Las palabras las olvidamos pronto, pero "'no el ejemplo. Este deja su profunda huella. Albarrán agrega: "El comportamiento y el aprovechamiento del niño, depende del ajuste armónico del grupo familiar", y para lograr este equilibrio, es indispensable que en el hogar los padres.
- Practiquen buenos modales,
- Cumplan las promesas que hacen,
- No mientan o hagan críticas ante los hijos,
- Sean precavidos en sus conversaciones, y
- Que eduquen con el ejemplo.
Si los padres no observan esta conducta elemental, provocarán decepción en los hijos, que más tarde podría convertirse en rebeldía contra toda autoridad moral, civil, religiosa, divina, etc.
Hay ciencias como la sociología, pedagogía, psicología, etc. que de alguna manera incursionan la mente del hombre y de la sociedad y nos ayudan a comprender su conducta. No debemos despreciar estas ayudas. Aun, contamos con la Palabra de Dios que penetra hasta los pensamientos del hombre.
Por lo que debemos combinar lo que sabemos, y razonarlo no sólo metódica y lógicamente, pero espiritualmente y con fe, a la luz del Espíritu de Dios. Cuando hacemos este análisis, logramos mayores triunfos y evitamos antagonismos innecesarios entre la ciencia y la religión.
Cada vez son más numerosos los estudios que demuestran cómo el ser humano puede aprender nuevas respuestas mediante la observación, que resultan con el aprendizaje por imitación. Aplicando este principio a la familia, el niño puede llegar a ser un adulto productivo y bien ajustado a su sociedad, o ser una carga para ésta. El psicólogo norteamericano Albert Bandura, experto en este tema ha sido uno de los primeros en estudiar experimentalmente las conductas que desarrollamos los humanos bajo la influencia del ejemplo.
El reunió a un grupo de niños en un salón donde les proyectó una breve película en la que un adulto golpeaba, maltrataba, y por último destruía una muñeca. Acto seguido, los niños fueron llevados a otra habitación donde ellos podían jugar con muñecas; y otros, en compañía del grupo que no habían asistido a ver la película, también estuvieron presentes.
El comportamiento de los segundos fue pasivo, en tanto que el de los primeros fue de agresión. Algunos de ellos destrozaron las muñecas tal como lo había hecho el hombre de la película. El ejemplo de padres a hijos no descarta la responsabilidad de los hijos de responder cristianamente a los padres ni de dar un buen ejemplo a hermanos menores. Después de todo, el mejor modelo que podemos seguir es el que nos presenta Jesucristo. El siempre habló hermosas palabras de su Padre. ¿Podemos encontrar en su Palabra la guía necesaria a nuestra realidad?
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